¿Por qué, Spankee, sumisa, esclava o vainilla, la mujer siempre tiene que hacer malabarismos para trabajar, hacer tareas en casa y a la vez, estar guapísima, sino, no es “perfecta”?
¿A qué mente insana, estúpida y despótica, se le ha ocurrido tamaña estupidez?
Seamos realistas: no es lo mismo, haber quedado con tu Dominante, el día tal, a la hora tal, del mes tal y así poder estar “monísima”, que vivir con él y estar “monísima” cuando, por ejemplo, llegas acalorada de tu trabajo, después de, haber estado doce horas sin parar y para llegar a tu casa, haber pasado por dos horas más de trafico infernal, o cuando te levantas por las mañanas con el tiempo justo y ves esos pelillos que empiezan a despuntar y que no tienes tiempo de depilar, o cuando tus quehaceres diarios te impiden ir a la peluquería porque el tiempo te lo ha robado otro menester.
Las fotos de instantáneas, estáticas y perfectas, son solo eso: una estúpida e irreal utopía. No nos engañemos, un cuadro nos puede mostrar la belleza de un momento, de una realidad plasmada, o de una fantasía soñada, pero no nos llevamos siempre a cuestas “Las Meninas” de Velázquez, ni las representamos en público ni en privado, por mucho que nos guste esa maravillosa pintura.
Porque la realidad es bien distinta.
La Grandeza de la Belleza y Perfección en la convivencia y en el Amor, llega cuando tu pareja te ve tal cual eres, sin artificios y sin cuero que decore tu cuerpo, sin maquillaje que oculte tus defectillos, sin zapatos de tacón y sin ropa sexy que te haga más deseable.
La belleza de unas lágrimas que no están ocultas bajo ningún maquillaje; la belleza de un culo que no está oculto por unas braguitas de encaje sino por unas de algodón blancas y cómodas; la belleza de un cuerpo suave al tacto, aunque esté sudado porque acabas de fregar el suelo de tu casa; la belleza de unas velas que acompañan y disimulan, la cena hecha rápida y con pocos medios porque no te has acordado de comprar el ingrediente principal; la belleza, de unos azotes contundentes y dolorosísimos, dados sin previo aviso, mientras está la olla en el fuego y mientras ruegas que te perdone llorando, le pides que apague el fuego o se va a quemar la comida; la belleza de unos brazos alzados que limpian el polvo de la estantería mientras parecen gritar que desean abrazarte y EL se adelanta a tus deseos y lo hace; la belleza de un estornudo cuando estás resfriada y EL te limpia la saliva con ternura; la belleza de una camiseta “de estar por casa” que aún agujereada, le excita; la belleza de un recogido de pelo que te hace parecer una viejecita de ochenta años pero que bien mirado, te hace más autentica y atrevida ante sus ojos; la belleza de un “hoy me toca a mi bajar la basura” y al volver, EL te mira como si te acabase de conocer y te abraza fuertemente; la belleza de una mancha de tomate en tu comisura de la boca después de haber comido spaghetti y te la limpia, riendo de lo “desastre” que eres; la belleza de estar a punto de ser nalgueada y que llamen a la puerta y abrirla sin poder dejar de reír (porque la cotidianidad es lo que tiene) y encontrarte delante a tu vecino que te pide una cebolla; ¡ah! la Belleza…
¿Y la Belleza dulcemente extrema e inversa? Esta, llega cuando compruebas que tu Spanker es Humano, porque suda, ríe, acepta e intenta superar sus defectos, trabaja, se enoja, va al baño, se ilusiona como un niño, canta en la ducha, olvida la lista de la compra, rompe una camisa con el pomo de la puerta, se afeita, y olvida bajar la taza del váter… y aún así, es tu intransigente Spanker y acatas sus órdenes, sin un ápice de duda sobre su Dominio y Autoridad.
La Belleza no impuesta por cánones absurdos y protocolos irreales, y vivida, como medio, percepción y éxtasis en lo cotidiano, es lo que hace realmente, que cualquier persona y momento, puedan ser mágicos y tremendamente sexys… y que tu Spanker y a la vez pareja, te mire y sonría de orgullo, ya sea mirando tu culo recién azotado o a tu nariz roja por un resfriado.