13/10/10

EL DESPERTAR





Javier Buenapiedra, era inteligente, trabajador, disciplinado y hombre de palabra. A esos calificativos, se unían para contrarrestar,  la impaciencia, la soberbia y el despotismo sabiamente controlado.

Cohabitaba aún con su viuda (y Santa) madre, a quien el destino arrebató a su marido a la edad temprana de los treinta y cinco años. Fue en otoño, según aquellos que lo recordaban, porque el día que fue enterrado, caían las flores y las hojas de los árboles, como si de lluvia se tratase, dando a este inusual acontecimiento el recuerdo a los presentes al acto, una confirmación imperecedera pero errónea, de que el 22 agosto de un caluroso verano, ya era otoño.

Buenapiedra, alimentaba su sed de hembra, aún a sus cuarenta y dos años, pagando a aquellas que por profesión, vendían su cuerpo al mejor postor. Nunca había tenido novia, ni mujer, ni amante a la que regalar flores y tampoco nunca lo deseó, porque en su fuero interno, él sabía que era malo y retorcido y que sus deseos lo conducirían al Infierno, que tantas veces le había descrito su Santa madre.

Un día de verano, mientras el Sol traicionero, ganaba la batalla, haciendo que aquellos insensatos que osaban ponerse bajo su techo sufrieran su poder, Javier, que de Sol y de campo, sabía y así acataba sus normas, decidió que era el momento de protegerse bajo un viejo roble que ya había utilizado en otros momentos para resguardarse y encontrar la paz.
Se quedó dormido bajo la suave brisa que regalaba bajo sus ramas, ese árbol que parecía ser el único en saber cómo desafiar al Astro Rey.

Le despertaron unos impactos desconocidos, junto a unos gritos de dolor. Sobresaltado, empuñó una piedra y escuchó atentamente, hasta captar correctamente de donde llegaban, dirigiéndose hasta allí, con paso firme y resolutivo.

El espectáculo que tenía ante sus ojos, lo dejó sin aliento y haciendo que la piedra que empuñaba, cayera de su mano y sus rodillas se apoyaran sin remilgos en la tierra.

El Doctor Panolt, estaba azotando a su mujer con una rama de olivo y ésta, lloraba desconsoladamente mientras suplicaba piedad, piedad que no llegaba y que tampoco podía acceder a ella libremente, ya que estaba atada a un árbol.

El Doctor, al percibir la presencia de Buenapiedra, se giró tranquilamente y sin sobresalto alguno, le dijo: “¿Qué sucede Javier, acaso nunca has azotado a una mujer? La mía es de las que lo merecen a diario porque es descarada y prepotente en exceso, pero aunque fuera la más obediente de las mujeres, también sería castigada, porque tanto ella como yo, no podríamos vivir sin esta pasión, la pasión por el dolor y la disciplina y el rol que cada uno regala al otro. Ven, acércate, no temas… coge esta rama y prueba. Si mientras la azotas, sientes que tus deseos explotan y éstos te llevan a lo más alto, entonces, mi querido amigo, tú también habrás encontrado por fin tu camino”.

Javier, se levantó y asió la rama, como si fuera el más deseado de los objetos y sin dudar ni un instante, empezó a asestar azotes certeros y rítmicos a Melina,  sin probar piedad por sus gritos ni un solo instante, al contrario, a cada azote que infringía, acompañado de una preciosa marca en las nalgas y un grito terrible de dolor, todo su ser, se retorcía imperceptiblemente con un éxtasis, hasta ahora desconocido por él.
Ante la visión de lo que estaba haciendo, Javier comenzó a sentir una nueva especie de hambre, un hambre casi insaciable, hambre de continuar y no parar nunca, hambre sensorial… hambre de continuar oyendo gemidos cada vez más altos y profundos, hambre visual por observar como las marcas aumentaban de tamaño y su color ya presagiaba que en cualquier instante la sangre comenzaría a brotar. Hambre de acercarse y morder las posaderas doloridas de  Melina,  que su boca repleta de saliva le exigía para estar satisfecho. Tenía necesidad de acariciar esas zonas, prueba del dolor infringido, para regodearse con éste, por ultimo tenía hambre extrema por poseerla de manera salvaje…
Sintió que todo su ser estaba del revés, o quizás, estaba como siempre debió de estar. Razón e instintos finalmente caminaban de la mano en una danza sincronizada.

Daniel Panolt, cuya profesión le hacía aún más conocedor del resultado de las heridas que aquella tarde debería curar en las nalgas de su adorada y amada Melina, tuvo un momento de indecisión, entre si parar a su amigo o dejarlo seguir. 
Decidió esto último. 
Pensó que si su amigo era un buen Dominante, sabría cuando se debe parar y mientras hacía esta última reflexión, Javier, como si le hubiese llegado telepáticamente el pensamiento de su amigo, muy sabiamente, soltó la rama.

El tiempo se detuvo, porque el espectáculo era maravilloso y los tres quedaron prendidos durante segundos eternos en sus propias sensaciones, unidas, ya para siempre, por un nexo en común.
Melina, seguía atada mientras sus sollozos llenaban el aire. El Doctor, se extasiaba contemplando las nalgas de su mujer y a la vez, la mirada de su amigo. Javier, impertérrito pero inmensamente extasiado y feliz, posaba su mirada ora en la rama que yacía en la tierra seca, ora en las nalgas maltrechas y por eso, bellísimas de esa maravillosa mujer y ora en su amigo, que le había dado la oportunidad de ser.  

Recuperados más tarde, de la catarsis placentera que había detenido el tiempo y sus vidas, quedaron para cenar juntos esa noche, en casa del Doctor y así poder hablar largo y tendido, pero antes de irse, mientras su amigo desataba a su mujer, no pudo reprimirse y besó la mejilla de Melina, dándole las gracias por lo que le había entregado, acto con el que demostró la clase de hombre en el que se acababa de convertir.

Cuando estaba a punto de entrar en la finca, pasó por delante del riachuelo que siempre evitaba, para no embarrarse excesivamente las botas y esta vez y por primera vez, se metió de lleno en el cenagal que formaba el agua cristalina y la tierra árida, para ensuciarse una y otra vez de barro, como si de un rito liberador se tratase.
Su madre, su Santa madre, que vio lo que estaba sucediendo desde la ventana, salió al patio para imponer su opinión, sobre la indecorosa (y sucia) actitud de su hijo, porque “no permitiría que entrase así en su limpia (y Santa) casa”.

Javier, miró a su madre y ésta, con un escalofrío, entendió que su hijo, por fin, había descubierto la verdad,  confirmándolo, cuando éste, con un tono imperativo y dulce a la vez, le dijo “calla, madre”.
Se desparramó en el banco de piedra que había cerca del portal, lleno de barro, con el pelo alborotado y con calma, habló así a su madre: 

-“Llevo toda la vida, pensando que aquello que deseaba, me hacía ser un ser despreciable y que me conduciría al Infierno. Un Infierno, que tú nunca has dejado de recordarme, describirme e inculcarme. Hoy, por fin, he descubierto, que aquello que me hacía diferente,  es lo que me hace especial, que hay otras personas que lo disfrutan y entienden, que hay otras personas, que como yo, sin ello no pueden vivir”

Su madre, temblando por la emoción, así habló:
-“El día que tu padre murió, yo estaba esperándolo en casa, como cada día, con amor y devoción, porque tu padre, mi querido hijo, era mi Dueño, era mi Señor. El hizo de mí, la mujer más feliz de esta tierra, la más entregada, la más obscena, la más libre… Y el día que murió, a las horas de impaciencia que llegaron cuando él no regresaba, mi alma se derrumbó cuando los vecinos me alentaron que su caballo vagaba por el terreno sin jinete. Supe en esos instantes que mi vida había acabado para siempre. Una lluvia de flores y hojas, se posaron a modo de despedida en la ventana. Así se despidió tu padre de mí. Así lo hizo también el día en que su cuerpo fue depositado en la Madre Tierra. Y así me despediré de ti, el día que me vaya…”

- “¿Entonces, por qué madre?, ¿por qué me has tenido en la oscuridad todos estos años?, ¿por qué me hablabas del Infierno, del peligro de caer en la oscuridad?”.

-“Hijo mío, tú tenías siete años cuando papá se fue y ya vi en ti, lo mismo que él tenía… Un algo especial que nunca he sabido describir. Pensé que si te protegía de tu ser dominante, podrías llevar una vida normal, anodina, sí, pero sin sobresaltos ni emociones fuertes y pensé también… pensé, que te irías como tu padre. Perdóname, hijo mío. Perdóname”.

Javier Buenapiedra, perdonó. Y después de esa misma noche, donde habló, preguntó y escuchó, hasta la saciedad, a sus dos amigos, sobre todo aquello que por fin, podía expresar libremente, su vida, su mente, su ser, su cuerpo y actitud, por fin liberadas de su cautiverio, fueron parte de un todo.

Un año después, Javier encontró en la consulta de su amigo, a aquella que lo llenaría por completo. Cuando sus miradas se encontraron, los dos supieron. Porque es algo que nace, crece y se posa, y solo aquellos que lo sienten, se perciben piel a piel. 

PD:La inestimable ayuda de Severo, a la que recurro siempre para poder expresar determinadas sensaciones que yo desconozco porque no están implícitas en mi rol, la he diferenciado con un color más tenue, para poder así, dar el justo homenaje a su expresión y siempre valorada opinión (gracias, mi amor).




 



1/10/10

PREMIO BLOG CON CHISPA





Premio Blog con chispa. Conferido en extensión por Pestange. Agradecemos a Pestange http://pestange.blogspot.com/  por hacernos participes de este premio. Y de paso agradecer también nuestra aparición en su blog. Es un alago acogerlo, pero más aun nos halaga el que sea un premio a nuestra pasión y creatividad,  esto nos hace sentir realizados y orgullosos.
De nuevo nuestro más sincero agradecimiento y felicitaciones para ti también por tan merecido reconocimiento compañera Pestange.

Y, prosiguiendo con la cadena…
Hacemos extensión del mismo otorgándolo a los siguientes Blogs:

Por su constancia y voluntad de compartir sentimientos.

Por su variedad y sinceridad, por ser en verdad ¡BELLA!

Por ser un encanto con chispa y buena onda.

Por su buen hacer, por su historia y su trayectoria en el tiempo.

Por ser capaces de transmitir tanto conocimientos como opiniones personales con claridad de conceptos,  porque los estimamos y respetamos a ambos, por ser ejemplo de cómo vivir sanamente una relación D/s, ahí les va una chispa de nuestra amistad con nuestros  mejores deseos.

Por ser un pozo sin fondo de imaginación literaria, y por compartirla libremente con toda la comunidad.

Por abrir ese lado de tu mente tan BeDeSeMero y SeXifantasioso, ¡tú sí que eres chisposa!

Por las toneladas de contenidos vivos y tan ricos en Spanking que siempre nos ofreces… eres meritorio de esta y de muchas más chispas.

Por amenizar con chispa, alegría y buen hacer en clave radiofónica nuestro mundo.

Y finalmente una chispa para la Spankee más  loquis y traviesa, para quien representa con defectos y virtudes a la niña que en su corazón aun vive…
Para ti, Rosario con nuestro afecto, un premio con chispa.