20/11/11

Dejarse llevar o resistirse...






Cuando me dejo llevar, siento diferente.

Cuando me dejo llevar y no tenso mi cuerpo, antes del impacto, se intensifica todo. El dolor, el sentimiento de pertenencia, el universo paralelo en el que me encuentro en esos instantes, la felicidad de formar parte de algo único, la sensación de abandono a sus sádicos deseos, el llanto y la inmovilidad. Incluso el amor por el Spank.

Cuando me dejo llevar, ante una orden, cumpliéndola serenamente y con esa sensación de abandono “a mi destino” porque ese es, sencillamente, el destino al cual me sumé prácticamente, desde el primer día que conocí a Severo, entonces, de nuevo, siento tan intensamente todas mis emociones que no puedo describirlas con imparcialidad sin repetirme una y otra vez.



Cuando me resisto, más que sentir diferente, no siento… no, al menos, lo que deseo sentir.

Cuando me resisto, todo cambia. Me siento irascible, tenso mis glúteos y el dolor que siento es más intolerable, más airado. Aprieto los puños, grito de pura rabia y mis sollozos van acompañados de frases inconexas de rebelde frustración.

Cuando me resisto ante una orden, mis nervios, mi arrogante mirada y mi impetuosa negación, aparte de crearme una sensación de absoluta impotencia ante mi osada y nada deseada rebeldía, me hacen odiar completamente este comportamiento nada adecuado, pero real e imperioso como la vida misma.

Nunca dejo de descubrir nuevos sentimientos, nuevos retos y nuevas sensaciones junto a Severo, pero esas dos vertientes, dejarse llevar o resistirse, siguen siendo ajenas a mi voluntad.
Aún sabiendo perfectamente, cual me da mayor placer y estabilidad emocional, no puedo evitar, encontrarme de bruces, de vez en cuando (y aún) con la que nada me aporta, sino disgustos… pero sigo formándome para que pronto desaparezca.

Sigo formándome… sin conseguirlo.
  
Ayer sábado, por la tarde, por una grandísima estupidez, como la de que el mechero “no estaba en su sitio”, insté a Severo, de un modo nada adecuado, a ser más ordenado (sí, lo se… ¿cómo se me pudo ocurrir tamaña insensatez?)
El resultado fue: mechero volando por los aires, orden de ir a buscarlo de rodillas y recogerlo con la boca.
Y mi respuesta, ante este humillante requerimiento: negarme.

Cuando el látigo empezó a impactar durísimamente en mi culo y espalda, no las tuve todas conmigo y el orgullo empezó a flaquear. Yo… quería dejarme llevar, pero ganaba la otra vertiente, la de resistirme, en este caso ante la humillación de hacer algo así.
Ya sabéis la respuesta de cómo acabó. Ganó Severo.



Juro que jamás me había sentido tan humillada en mi vida. Y, cuando después del dolor y la humillación por las que tuve que pasar, aún me ordenó ponerme de rodillas, con los brazos apoyados en mi nuca y en un rincón, mi orgullo incrementó su ultraje, sumando al dolor que sentía, la vergüenza de verme así.
Y sí, también este post forma parte del castigo. Tenía que explicarlo públicamente.

Dejarse llevar o resistirse…

Lo único que ahora tengo claro, es que por mí, Severo, puede dejar el mechero en la nevera si así lo desea, porque no seré yo la que le diga algo al respecto.

Verita{S}


16/11/11

Solo cuando EL quiere






Esta mañana, Severo ha decido que quería tener sexo conmigo ¡quince minutos antes de que llegara el fontanero! Yo, me he negado, argumentando que faltaba poco para su llegada y que no era para nada el momento adecuado.
Ha puesto su mano en mi pecho izquierdo, y lo ha estrujado produciéndome un dolor inmenso, mientras, haciendo pinza con los dedos de su mano, apretaba mi pezón con saña. Los gritos ahogados de dolor han dado paso a grititos de alocada lujuria cuando con la otra mano se ha abierto paso hasta mi clítoris, masturbándome sin cesar.
Me he corrido sin tregua una y otra vez, hasta que horrorizada he visto que  faltaban tres minutos para la llegada del susodicho.
Solo entonces, Severo me ha dicho: se hace cuando yo lo digo, como yo lo digo, cuando a mi me apetece, cuando yo lo exijo y deseo, nunca lo olvides, Verita.
Y no lo olvido… bueno, no debería olvidarlo porque de hecho es una máxima en nuestra relación:
Cuando tengo esos días en los que mi temperatura corpórea me indica que necesito ser usada sexualmente, o simplemente, hacer el amor, lo único que no debo hacer es, decírselo, pedírselo, insinuarlo o ponerme en plan “salidillo” delante de él, porque entonces, mi amado y sadiquísimo Severo, lo que hace es disfrutar negándomelo. Esto, sumado a que hace ya muchísimo tiempo, tengo prohibido masturbarme sola, se comprende que me vuelva loca, desatando en mí la rebeldía… gran error a estas alturas, pero cuando una lo es, lo es… así que acabo con el culo ardiendo por los correazos que me llevo por “salida” y por contestona.
Después, lógicamente, me siento dolorida, “enfadada” y “me niego” a nada más que no sea “lamentarme del castigo recibido” y es entonces, y solo entonces, que Severo, si así lo desea, me posee como a él le plazca.
Puedo asegurar, que con la sutileza de la que hacemos gala las mujeres, muchas veces he intentado cambiar las reglas del juego y hacerle creer que estoy apática sexualmente y aún así, él lo “sabe” porque no se cómo, pero me intuye y me conoce mucho más de lo que yo me conozco a mí misma. Y en esos momentos de “disimulo” por mi parte, cuando lo veo sonreír ya entiendo que me ha ganado, como siempre, la partida. 

Verita{S}